lunes, 28 de marzo de 2016

LOS CACIQUES. TRES ERAN...

             Me he permitido comenzar este artículo con un par de tercetos del poema “Epístola satírica y censoria” de Francisco de Quevedo y Villegas, que para mí, es junto a Miguel de Cervantes, a partes iguales, el más grande literato de la lengua española de todos los tiempos, pero además, su pensamiento, ofrece algunas ideas que considero muy avanzadas para el tiempo en el que vivió. En los versos que siguen a continuación manifiesta un sentido de la libertad que ya quisiera yo que muchos de nuestros políticos actuales nos mostraran algo parecido frente a la banca y la Europa de los mercaderes.

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre hay que sentir lo que se dice?
¿Nunca hay que decir lo que se siente?

Antigua hacienda de Pérez. Foto: Francisco Atanasio Hernández
            Los caciques.
        El caciquismo es un viejísimo sistema de relaciones entre un grupo de potentados y terratenientes de un  pueblo y la mayoría de sus vecinos, según el cual, dejan de tener valor alguno cualquier tipo de leyes escritas que regulen las relaciones de la sociedad, a favor, claro está, del predominio de los caciques, que son los que imponen su ley dirigidos bajo mano por el gobierno de la nación, la cual no puede ser otra que la del más fuerte, y ahí están ellos precisamente para imponerla. Además, se rodean de un grupo de gente ambiciosa, más o menos bien situados que actúan de correveidiles, y que son en realidad los que mantienen controlada a la población, dada la importancia de las informaciones que proporcionan, y por cuya labor obtienen reconocimiento social y suculentas recompensas en especie.

            A lo largo de nuestra historia, el arcaico sistema caciquil ha ido acompañando siempre a los períodos de mayor perversión y corrupción de la historia de España, como lo fueron el largo período seudodemocrático instaurado por Cánovas del Castillo y Sagasta, y que gracias a los caciques posibilitaba que periódicamente los partidos se turnaran en el poder, a cuyo simulacro democrático, se le llamó grotescamente “turno”, luego continuó con la misma intensidad durante la dictadura de Primo de Rivera, y posteriormente, volvió a resurgir durante la dictadura franquista, que por si le faltaba algo de podredumbre se apoyó en los caciques de los pueblos para eternizarse en el poder. Sólo durante el corto período de la II República (1931-1939) dejó de tener fundamento el caciquismo.

            Durante el franquismo, los caciques volvieron a ser los oscuros personajes que dirigieron los destinos de la población, y es que es a través de este sistema de valores, por el que hicieron su negocio los estraperlistas de la época en los pueblos, pues como es conocido por diversos medios, eran quienes controlaban desde sus posiciones políticas y sociales el racionamiento alimentario de sus pobladores, con el beneplácito de las autoridades de la urbe, y mientras la gente pasaba hambre, muchos de ellos se hicieron ricos con los productos que se apropiaban y que después vendían a precios desorbitados.

            Muchas veces, hemos escuchado de nuestros mayores algunas escalofriantes historias de esta época, y no se puede dejar de recordar que muchas familias del pueblo fueron desposeídas de sus casas y de sus tierras a cambio de que no fuera denunciado por “rojo”, aprovechándose de que ninguna autoridad de entonces se paraba a cuestionar la palabra de un sicario, lo que suponía para el denunciado, la cárcel como mínimo, y por esa razón, algunas familias, cedieron a los innombrables chantajistas de entonces, el fruto de toda una vida de trabajo y sacrificios.
Edificio donde estuvo el Cine Isabelita
         Algún cacique de este pueblo, tuvo algunos gestos que se pueden calificar de humana compasión con los más débiles, dando trabajo remunerado o aparcero, a gentes humildes que lucharon con uñas y dientes para sacar a sus familias adelante, pero otros en cambio, no dudaron en demostrar sus más íntimas miserias humanas desde el poder omnipotente que le daba su situación de privilegio, y no se conformaba con explotar a la gente que caía en sus redes, sino que además, si se negaban a trabajarle gratis los domingos, o cualquier otro capricho de su desconsiderada inexistencia de escrúpulos, entonces les chantajeaba con retirarles la cartilla de racionamiento, y si la persona coaccionada se mantenía firme en su propósito, cumplía su amenaza y dejaba a la familia sin pan u otros productos de necesidad racionados, y es que estos peligrosos personajes, durante el franquismo tenían licencia para todo tipo de tropelías, pues en realidad las autoridades en el pueblo eran ellos mismos. 

        Por todo eso, si alguien quería ser considerado buen cristiano y buen vecino entre los mandamases de la población, no podía dejar pasar la oportunidad que le brindaba la Primera Comunión de sus hijos. Ese día, sin dudarlo un solo instante, tenía que llevar a su hijo bien vestidito de marinero, de serio gris, o de blanco inmaculado si era niña, a los caciques del pueblo para que los bendijeran. Y allá que iban las mamás con sus niños o niñas bien ataviados con sus hermosas ropas de Comunión, ostentando no sé qué poderío económico, porque al día siguiente la mayoría de esas familias no tenían qué comer, a que los verdaderos amos del pueblo y de la voluntad de la gente les dieran su bendición y alguna pequeña moneda de reconocimiento a su fidelidad y sometimiento al sistema.
Huerto de San Pedro. Foto: Francisco Atanasio Hernández
            
Edificio donde estuvo el cine de verano. Foto: Francisco Atanasio Hernández

El caciquismo del postfranquismo

Desgraciadamente para los españoles, el espíritu del caciquismo no desapareció con la dictadura, puesto que la reciente etapa seudodemocrática que estamos viviendo se puede considerar como suave continuación del franquismo, porque contiene todos los ingredientes para considerarlo como una etapa de transición del franquismo a un extraño sistema de libertades con fachada democrática, entre cuyos ingredientes destaca el anacronismo de la monarquía y que el rey fue designado por el dictador Franco, y como la monarquía es hereditaria no se somete al sistema electoral de la democracia, y además que la mayoría de los políticos más importantes del país proceden de las instituciones y formaciones políticas del viejo sistema franquista que se han preocupado mucho de mantener las estructuras y los símbolos del viejo sistema dictatorial y menos en mejorar el sistema de libertades.

El inmovilismo de la clase dirigente en general, ha provocado que un siglo después, tanto el período político y social del pasado como el del presente se parezcan como dos gotas de agua, degeneración intolerable de la clase política a todos los niveles y de todos los colores, corrupción generalizada de las instituciones grotescamente denominadas democráticas, saqueo y descapitalización impune de las cajas de ahorro y recapitalización con dinero público para convertirlas en entidades financieras privadas.

Y es que desde los albores de la democracia, una nueva clase, en la mayoría de los casos heredera ideológica de la anterior, aunque aparentemente progresista, democrática y altruista, pero con un fino sentido de la oportunidad y con muy pocos escrúpulos, se ha venido instalando en los órganos de gobierno de los pueblos, y desde entonces lo controlan y lo dirigen todo sin dar cuentas de nada más que de lo que a ellos les interesa.

En otras épocas los caciques del pueblo eran gentes adineradas, empresarios mineros y poderosos terratenientes que dirigían o tutelaban cada uno de los órganos de gobierno de la población, acompañados de un grupito de palmeros que apoyaban y aplaudían sus decisiones a cambio de favores. Por lo general eran igual de beatos que su séquito y solían refugiar sus impúdicas babas en una falsa e indecorosa, pero lucrativa, devoción a San Roque y otros santos del lugar, y por todo ello gozaban de poder e influencias suficientes como para cometer todo tipo de tropelías sin temor a que nadie les pidiera cuentas.

La enfermiza devoción por San Roque sigue siendo el refugio más recurrente de los políticos de la actualidad, que unas veces lo utilizan de paraguas para sus oscuros negocios y otras como signo exterior de amor por la patria chica, porque el patriotismo da muy buenos resultados, venga de donde venga. 

En Alumbres, como en muchos pueblos de nuestra geografía, hay un problema de educación en las organizaciones difícil de extirpar, y es que la mayoría de los dirigentes, son continuadores de las formas de gobernar de los que les precedieron, y mientras unos juegan el papel de los antiguos caciques, otros ejercen de fieles sicarios, y enseguida que alguien es elegido o designado para dirigir una organización cualquiera, no hay quien le tosa ya, porque al parecer, los que mandan siempre llevan razón, y los suyos lo respaldan a ciegas “prietas las filas”. Los Estatutos, así como las más elementales normas de funcionamiento de los órganos de dirección, son convertidas en bonitos adornos y dejan de tener utilidad en general.

Y si alguien se atreve a pedir que se cumplan las normas, se expone a ser aislado de los demás y tildado de exigente o extremista, acompañado de una campaña portalera de descalificaciones, propia de otros sistemas políticos más restrictivos.

Hace unos pocos años, el presidente de una organización del pueblo prolongó su mandato durante tres años, y la única reacción que hubo fue la de un pequeño grupo de vecinos que pidieron su dimisión inmediata, mientras que la Federación de Vecinos y el Ayuntamiento de Cartagena se abstuvieron de intervenir y aclarar lo sucedido. Sin embargo, el partido que respaldaba al dirigente mencionado sí se preocupó y mucho, de asegurarse de que la persona que lo sustituyera fuese de su partido, nada más.

Y es que en este país de sol y pandereta, si quieres triunfar en política tienes que ser o un pillo que sepa mentir y embaucar al personal, o un corrupto, no hay mejor ejemplo que mirar superficialmente el mapa político actual y veremos que los pillos y los corruptos repiten una y otra vez en sus cómodos y fructíferos sillones.

Realmente, en Alumbres, hay muy pocos vecinos que estén dispuestos a ofrecer una opinión personal que pueda disgustar a los políticos de turno, aunque tengo que añadir que yo siempre he opinado y actuado según mi escala de valores, y muy pocas veces tuve en cuenta si era o no políticamente correcto, y si iba a sufrir el rechazo y acoso de los dirigentes de turno y sus equipos de limpieza de imagen, ser libre tiene su precio y desde muy jovencito lo tengo asumido, pues no es la primera vez que he sentido el fétido aliento de la inquisición en el cogote.

 

 

 






1 comentario:

  1. Ruego disculpas a todos los lectores que pusieron un comentario en mi blg, pero quiero aclarar que no he sido yo el responsable de su eliminación, sino de la API de Gogle + que ha dejado de estar disponible y que no me ha dado opción de mantenerlos o recuperarlos. Gracias por vuestra comprensión.

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