miércoles, 22 de junio de 2016

TERESA CASTA AMEDIAS

Dedicado a ti,                              TERESA CASTA AMEDIAS
con toda mi desconsideración.

            -¡Aleluya!, ¡albricias!, ¡eureka!, ¡hemos triunfado!, ¡ídem...!, digo... eso, ¡lo mismo que antes! Joder tú, con la emoción me he hecho un lío que para qué contar.
            La Santa, como se conocía a Teresa Casta Amedias, gritaba y saltaba lo que su orondo y pesado cuerpo le permitía, porque no es fácil mover alrededor de 120 Kg de peso repartidos en no más de 120 cm. de altura. Las medidas de la mujer ideal, 90-60-90 guardaban una respetuosa distancia con las de Teresa, las cuales se aproximaban más a las de los modelos de Botero, 130-150-140, pero aún así ella se mostraba feliz y jovial, porque su hallazgo iba a dar mucho que hablar, y posiblemente supusiera para ella la tan ansiada inmortalidad.
 Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
            Y no era para menos, la Santa, acababa de encontrar la clave del misterio de las tres marías, pues todos los testimonios escritos, de la amplísima documentación que había consultado en su ya larga y hasta ahora ingrata labor de altruista investigación, le confirmaban con certidumbre meridiana, la veracidad de los principios rectores de la doctrina que desde hacía mucho tiempo venía propagando entre sus fieles seguidoras, en su abnegada actividad apostólica. Y es que, la primera mujer que se entregó a la lucha, cuerpo a cuerpo, y en todas las posiciones conocidas e inimaginables, contra el poder omnímodo de los hombres, fue una tal María, aunque eso sí, aún no había conseguido  saber a ciencia cierta, si se trataba de aquella María que anunciaba las sabrosas galletas María, y que en su día llamaron María la Portalera, o María la de las Madalenas, más conocida como María Magdalena en círculos femeninos, por su amplísimo historial de renuncia y dedicación, e incluso se especula con la posibilidad de que se tratara de una tal María Mariguana, como se la conocía  por entonces a ésta,  porque al parecer padecía potentísimas obnubilaciones orgásmicas en el acto. No obstante, la Santa, aún no había dado por concluidas sus investigaciones, y continuaba estudiando la calavera de María, y lo que quedaba de algo parecido a un rudimentario preservativo de esparto picado, hallado entre los restos óseos de las entrepiernas del cadáver en cuestión, encontrado en las prospecciones que la misma Agrupación Pastoral de Mujeres de la Magdalena venía llevando a cabo en el conocido Patio de los Olivos, propiedad de ella misma. 
            Por eso, la Santa, se sentía muy molesta con los arqueólogos del lugar que le tomaban el pelo, menospreciando su trabajo de investigación y sus sabias deducciones. Pero ella insistía en que, ni mucho menos, se podían desdeñar sus grandes conocimientos sobre las gentes de aquellos tiempos, de hecho, el hallazgo del preservativo de esparto picado no era un caso aislado, porque había que recordar aquel otro hallazgo de un rótulo en granito en el que se podía leer: “FÁBRICA DE CHUBASQUEROS DEL PITO”. Y que dicho sea de paso, fue la causa que motivó a tantos tragaldabas, de esos que siempre están al acecho para traducir en votos, sus gestas sociales con el bolsillo de todos, para apoyar económicamente sus investigaciones, a pesar incluso, de la abierta oposición del Colegio de Arqueólogos, que pretendía entrar allí ¡en propiedad particular, tú!, a realizar las prospecciones y los análisis que consideraran necesarios. Por lo tanto, era inevitable relacionar ambos asuntos, porque todo ello, venía a confirmarle las sospechas de que ya por entonces existían controles de natalidad, y una industria adecuada a las necesidades y a las posibilidades de la sociedad de su tiempo, así lo demuestra la documentación, y otros testimonios encontrados hasta la fecha.
-Aquellos sí que eran hombres inteligentes. Entonces deseaban a las mujeres entradas en carnes como yo, y no flacuchas como las prefieren ahora  -murmuraba con cara de nostalgia.
            El fervoroso ingenio de la Santa, parecía tener respuestas para todo, incluso había elaborado una teoría sobre la evolución del preservativo a lo largo de la historia, -que ella deseaba poder publicar algún día en un libro memorable- según ésta, el primer condón conocido era precisamente este de esparto picado, de muy larga tradición entre nuestros ancestros. Posteriormente, parece ser que los cristianos de las catacumbas, descubrieron la eficacia anticonceptiva de los preservativos de tripas de cabrito o de jabalí, aunque a decir verdad, parece ser que entre los antiguos fueron más aceptados los de tripas de cabrito por su mayor sensibilidad, de hecho, este condón supuso una auténtica revolución, porque en muy poco tiempo, no sólo desplazó totalmente al primitivo condón de esparto picado, sino que además, se puso de moda el cabrito, la carne de cabrito, los cuernos de cabrito, las patitas de cabrito, la piel de cabrito, etc. Las gentes más progresistas tomaron como mascota a un cabrito, para que nunca faltara en casa una de esas tripitas tan estimadas como necesarias, si bien, su fabricación tuvo que ser puramente artesanal y clandestina, pues su producción, venta y distribución, estuvo igual de prohibida y perseguida como los antiguos cristianos y su doctrina, aunque los más progres siempre supieron escaparse de las poderosas fauces de los leones. Pero la verdadera revolución de este popular producto, comienza en la primera mitad del siglo XVIII, con el descubrimiento de la vulcanización del caucho, que extendió por toda Europa la utilización de los primeros preservativos modernos, hasta la actualidad en que ya se pueden adquirir condones de diversa naturaleza, desde los de talla estándar hasta los de longitud y diámetro súper, o desde el condón de color a gusto del consumidor hasta los de sabor a manzana, naranja, frambuesa, cereza,  limón, etc. 
Los amplísimos conocimientos teóricos de la Santa sobre la historia, desarrollo, e incluso de la gran diversidad de calidades sobre el condón eran inigualables, sólo que hasta el presente, ningún hombre le había ofrecido la oportunidad de probar uno de ellos, así que, siempre que hablaba de condones terminaba proclamando con cierto orgullo su peculiar virginidad. 
            Singularmente humilde, siempre decía a sus muchachas que todos esos magníficos descubrimientos, nunca les tenían que hacer perder de vista la generosa misión que las había puesto en la senda del esclarecimiento del sagrado misterio.
            -De momento, es conveniente recordar que esta mujer fue un ejemplar único, hasta el punto, de que la mayoría de las polémicas que se han desatado, lo han sido, en torno a la difícil comprensión de su peculiar personalidad, tres historias diferentes para los restos de un solo cuerpo, y un único espíritu verdadero -decía jubilosa la Santa.
            -¡Los que hoy nos odian, mañana nos adorarán! No os quepa duda de que algún día, este pueblo, tendrá que reconocer el inmenso esfuerzo, los muchos sacrificios que nos ha supuesto la grandiosa obra  de desvelar uno de los más antiguos misterios de la humanidad. Ya lo estoy viendo, aquí mismo, en nuestro Patio de los Olivos, harán esculpir un grupo escultórico con tres imágenes femeninas que representarán a cada una de nosotras, y debajo un rótulo dorado que dirá, “A la eterna memoria de la Agrupación Pastoral de Mujeres de la Magdalena”.
 Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
            El misterio estaba ahí, habían tres historias diferentes y el denominador común de un espíritu aventurero y combativo, que impregnaba hasta la médula las tres vidas del único esqueleto humano que podía sustentar la teoría elaborada por Teresa Casta Amedias, a partir de un texto biográfico de María -que sólo ella había visto- hallado entre los restos arqueológicos de la antigua biblioteca de Alejandría, y cuya autoría se atribuye a una tal Ambrosia Patraña -contemporánea de Judas Iscariote y Pilatos, se cree que es la escritora más antigua-, es cortito pero muy clarificador.

            María la Portalera, es la primera María que aparece en la biografía de Ambrosia Patraña, y al parecer, se la conocía así, porque entre otras virtudes, tenía la de conocer la vida y milagros de sus convecinos, hasta el punto de que disponía de un archivo, organizado en orden alfabético, de  todos y cada uno de los vecinos del pueblo, y contenía  nombre y apellidos, dirección, profesión, trabajo, ideología, gustos artísticos, tendencia sexual y vicios.
            En un principio, María y sus convecinas, aprovechando que sus respectivos esposos estaban enviciados en el casino y se pasaban la mayor parte del tiempo jugándose el dinero al julepe, comenzaron a matar el tiempo con un inocente juego al que llamaron “Plantar nabos en el bosque”. Y todos los días se iban a uno de los pocos vergeles que había por allí cerca a jugar con varios amigos del barrio, los cuales se turnaban con sumo placer en todo, incluso en la menos grata labor de garantizar el adecuado entretenimiento de los viciosos maridos. Todo sacrificio estaba bien empleado con tal de asegurar el placer y la tranquilidad colectiva.
            Pero esta María, tenía muchas más virtudes, y la mayor de ellas era su fanática afición a las lapidaciones masculinas -nunca asistía a las lapidaciones de mujeres-, de donde procede su obra más edificante, pues fundó la “Sección Femenina para la Lapidación Varonil”, con las otras dos inseparables vecinas de su mismo rellano. Instaló la sede social en una de las habitaciones de su propio domicilio, y según parece, salvo un corto período conflictivo, nunca faltó a una lapidación, y siempre lo hacía acompañada de sus dos abnegadas  discípulas y la pancarta de rigor que las identificara entre el mujerío, además de una buena selección de puntiagudas piedras en el zurrón, para la activa participación en el espectacular ajusticiamiento.
            Un día, las mujeres de la Sección Femenina para la Lapidación Varonil, pensaron que había llegado el momento, de que su perseverante e ingrata lucha por la defensa y mantenimiento de la más clásica de las tradiciones populares, obtuviera un reconocimiento de los poderes públicos, y creyeron que podían empezar por dejarles entrar gratis al recinto, pero el portero, que era un hombre sencillo y cabal que sólo quería cumplir con sus obligaciones a rajatabla, se negó rotundamente a ello, en tanto no recibiera instrucciones precisas que así se lo ordenaran, y entonces se enzarzaron en una agria discusión que pronto degeneró en un cruce de insultos, con resultado claramente desfavorable para los intereses del portero.
            -¡Vamos a casa! -dijo imperativamente María a las suyas.
            Cuando llegaron, se fue directamente a por su archivo particular, y buscó con manifiesta ansiedad la ficha de Rafael Izquierdo.
            -¡Aquí está!, ¿A ver qué tengo aquí?, ¡Caramba! Pues parece que no tiene nada importante en su historial.
            -Bueno y qué, María, tú nos enseñaste, que cuando el enemigo no tiene ninguna podredumbre que ocultar se le inventa, ¿o no es así?
            -Pues claro chicas, hasta ahí quería yo llegar, que sea él, si es capaz, quien demuestre que no es verdad lo que le vamos a imputar.
            Durante los cuarenta días siguientes, María y las suyas, estuvieron yendo a la puerta del lapidatorio a repartir panfletos y desplegar una pancarta que decía así: “PORTERO VIOLADOR QUEREMOS JUSTICIA”. El cuadragésimo día llegaron allí dos alguaciles muy serios, y después de leer una circular por la que se comunicaba que a partir de aquel momento y en adelante, la entrada al lapidatorio sería gratuita para todas las mujeres, detuvieron al portero y lo condujeron hasta el lugar donde iba a ser apedreado hasta la muerte, por un enfervorecido ejército de mujeres que clamaban venganza inmediata.
            Poco más se sabe, unos dicen que las luchas internas por el control de la dirección condujeron al grupo a su autodisolución, otros, que se incorporaron a un grupo más numeroso donde las tres amigas siguieron ocupando cargos de dirección en su Comisión Ejecutiva, los más, piensan que a María la Portalera la hicieron funcionaria, con la condición de disolver el molesto grupito.
Cannabis Sativa
            María Mariguana, era natural como la vida misma, como lo son los verdes campos, como lo son las montañas, los mares, los vientos,... Le gustaba la vida tal cual venía y apuraba cada instante como si fuera el último que le quedara por consumir. Todo lo verde lo escudriñaba con fervorosa devoción, todo lo verde lo disfrutaba con verdadera ansiedad.   Le encantaba recolectar amapolas y zambullirse lujuriosamente en el manto de colorados capullos que salpicaban los verdes trigales. Le gustaba perderse de cuando en cuando en lo más intrincado del bosque, para emborracharse de verdes y fantásticos sueños.
            Sin duda alguna, la mayor originalidad y contribución de esta virtuosa mujer, está en que fue la primera que ejerció un derecho fundamental, como el del trabajo, en pie de igualdad con los hombres. La oportunidad se le presentó un día que se encontraba en el bosque, fumándose unas hermosas hojas de cannabis, que ella misma recolectaba por allí, cuando llegó un fornido caballero montando un blanco corcel, y aprovechando que no se veía a nadie más por el lugar, sin cortarse un pelo, se bajó rápidamente del caballo y abrazando decididamente a María, le propuso hacer el amor allí mismo y en ese preciso instante, a lo que María no opuso resistencia alguna sino todo lo contrario, y retozaron y gritaron de placer en el mullido colchón de hojarasca, una vez, y otra, y otra vez más,... durante todo el día, hasta que estando fumándose uno de los liados de María, él pensó que era hora ya de echarle algo de alimento al desfallecido cuerpo, y la invitó a su rica mansión. Allí estuvieron recluidos largo tiempo, jodiendo y jalando cuanto tuvieron gana, pero el caballero se hartó de joder y jalar siempre lo mismo.
Amapolas
                -Oye María, ¿tú qué otra cosa sabes hacer bien?
            -Yo sé hacer muchas cosas, pero como me encantan las armas de fuego y el bosque, me gustaría ser guarda forestal.
            -¡Eso está hecho María! En adelante, te vas a encargar de guardar aquel bosque donde nos conocimos, y te asignaré el mismo salario que al guarda que tengo en el bosque de más al Sur. Allí te haré construir una cabaña y nunca me olvidaré de ti.
            El tiempo fue transcurriendo perezosamente entre los cuelgues de María y los polvos del caballero sobre la mullida hojarasca del bosque, que por cierto cada vez eran menos frecuentes. Pero María era una mujer de muchos recursos, y en despecho al manifiesto abandono del que estaba siendo objeto, creó un sindicato al que llamó “Comisión de Guardabosques”, y lo primero que le reivindicó al señor, fueron garantías sindicales para los del gremio, y licencias retribuidas para los representantes. Ya no tuvo tiempo de más, porque, sin saber cómo, se desató un descomunal incendio que calcinó todo el bosque, y con él se esfumó también todo vestigio posterior de María Mariguana.
Pozo artesano en las Escarihuelas.  Foto: Francisco Atanasio Hernández
            María Magdalena, es la mujer de la que Ambrosia Patraña habla más extensamente y con más precisión. Se pasaba el día trabajando de sol a sol,  en las cercanías de un pozo artesano que había en el borde del camino, para alimentar a su numerosa prole. Paseo para arriba, paseo para abajo, hasta que veía llegar a un posible cliente. Entonces se le acercaba despacito, y sacando pecho le tentaba palpándose los senos hacia arriba.
            -¿Oye mozo, quieres beber de estas fuentes?
            -Claro que sí, pero, ¿cómo te llamas hermosa?
            -No te preocupes, ya verás como cobro menos de lo que me merezco.
            Y lo conducía zalamera hasta una pequeña cueva que había en la rambla cercana, donde vendía amor a los necesitados. Así, una vez, y otra, y otra vez más, y un día, y al otro, y todos los días del año se corría como una jibia por el ramblizo la virtuosa mujer.
            El inagotable manantial de generosidad de la Magdalena era todo un prodigio. Allí fueron expresamente, a beber de las fuentes de la Magdalena, hombres llegados de muy lejos, y de muy diferente naturaleza, y a ninguno le faltó nunca su relajante sorbito de amor a un precio  realmente asequible.
            Un día de esos, pasaba por allí un rico mercader y pensó descansar un rato mientras abrevaban los animales de carga, cuando se percató de la presencia de la hermosa María apoyada en el brocal del pozo, y entonces decidió echar una cana al aire, pero por lo visto echó muchas más de una, porque estuvo con María siete días y siete noches, al término de los cuales, le propuso un lucrativo negocio.
            -María, si tú quisieras, podríamos hacernos de oro. Yo te construyo, aquí mismo, un edificio de dos plantas con veinte o treinta habitaciones, y un bar recreativo que sirva a los viajantes de lugar de ocio y distracción, y tú te encargas de que estén bien atendidos.
            -Pero un negocio así supondría dedicación plena durante las veinticuatro horas del día, y serían necesarias más personas para atenderlo.
            -Efectivamente, pero de su dotación humana y organización práctica del trabajo te  encargarías tú, y los beneficios los repartiríamos a medias.
            -Me parece bien, si tú pones el dinero yo me encargo de lo demás.
            -Entonces no se hable más y manos a la obra.
            Un mes más tarde se inauguraba el “Hostal de la Magdalena”, y aquel mismo día comenzaba a dar suculentos frutos, el intenso trabajo al que habían estado sometidas las 16 mujeres -15 contratadas y la propia María-, para calmar la insaciable sed de los beduinos.
            Mucho tiempo después, una de las chicas, contrajo una extraña enfermedad venérea y no se pudo hacer nada por salvar su vida, y luego comenzaron a caer enfermas, una tras otra, todas las demás mujeres, incluida la propia María Magdalena, y aquella especie de plaga, empezó a diezmar el ejército de mujeres y la clientela, y llamaron a un reputado curandero, pero desconocía el remedio para combatir la rara enfermedad.
            Desesperadas como estaban, con el negocio cerrado, esperaban resignadas el desenlace final de cada una de ellas, cuando llegó por allí un hermoso joven que dijo conocer el remedio para su enfermedad.
            -Si os arrepentís de vuestro pecaminoso pasado sanaréis de inmediato.
            -¿Quién eres tú, para ofrecer tanto por tan poco?
            -Yo soy el profeta Tutías y si confiáis en mí seréis recompensadas.
            -Bueno chicas, como no tenemos nada que perder podemos arrepentirnos, y a ver qué pasa.
            -De acuerdo, de acuerdo -dijeron todas a una.
            -Entonces, durante siete días tenéis que beberos, cada una, un vaso de este brebaje que os he preparado. Y ahora, decid todas conmigo: “Yo me arrepiento de todos mis pecados”.
            Y cuando el profeta terminó de murmurar las últimas palabras mágicas, que seguían a las anteriores, se fue de allí sin más.
            Siete días y sus correspondientes bebedizos después, aquellas mujeres recuperaban su salud y sus muchas ganas de vivir.
            -¡Milagro!, ¡Milagro! -gritaron todas.
            En aquel mágico momento, María Magdalena y sus muchachas, juraron servir en cuerpo y alma al profeta, y transformaron el burdel en un santuario, en honor de Tutías, y un obligado lugar de peregrinación anual para las fieles devotas de la doctrina feminista de las Mujeres de la Magdalena.

Un día de aquellos que esperaba encontrar su colosal e inmortal foto en la portada de los periódicos más importantes del país, y pasar a la posteridad con el reconocimiento social de su generosa aportación a la ciencia, a la teología y al feminismo sobre todo, la Santa, se levantó muy tempranito, como casi siempre, porque ella decía que “A quién madruga Dios le ayuda”, y adormilada como iba pasó por el kiosco de José y pidió su periódico, se lo metió bajo el robusto brazo izquierdo, -porque ella era diestra, eh- mientras sacaba dinero del monedero para pagarlo. Así llegó al “Bar Estupefacción”, del que era cliente habitual, buscó su mesa favorita y gritó:
-¡Pepe, lo mío!
-Enseguida va.
Y con toda tranquilidad, se dispuso a esperar el servicio, mientras miraba curiosa por la ventana a la gente que pasaba de un lado para otro a toda prisa y se dijo,
-Yo no sé cómo alguna gente puede derrochar tanta energía antes de desayunar.
En ese preciso instante hacía acto de presencia el camarero cargado con un vaso de café con leche de un palmo y dos raciones de porras, que casi no llegaron a emparentar con la mesa, porque antes, cuando aún no habían llegado a su destino, ya le había echado la mano al plato.
-Que le aproveche señorita -le dijo el camarero.
-Gracias -respondió la Santa, con la boca llena de un apetitoso churro.
Cinco minutos después, el superdesayuno, había sido trasegado a sus sebosos michelines.
-Bueno, ahora ya se puede incluso pensar.
            Cogió el periódico y comenzó a leer el titular.
-El profesor Saturnino, califica de fantasmada esperpéntica el supuesto descubrimiento de los restos de María, puesto que este esqueleto, tiene exactamente cien años nada más. ¿A saber de dónde habrán sacado esos huesos? Por lo tanto, añadió, esa tal Teresa que se atribuye la gesta científica, es tan sólo una farsante embaucadora, porque no está cualificada para tales investigaciones, ya que el único título académico que posee es el de, Certificado de Estudios Primarios, que como también se ha podido comprobar, le fue expedido hace dos años sin que conste en ningún centro de estudios la realización del preceptivo examen de aptitud.
            -Este periódico ha tratado de ofrecer la opinión de la señorita Teresa Casta Amedias, pero no ha sido posible dar con su paradero.

            La Santa, realizó una extraña mueca con la boca, y en el mismo instante en que movía sus grasientas caderas para acomodarse, se escuchó el fuerte chasquido de la silla de madera al romperse, e inmediatamente, retumbaba en el recinto el estrepitoso golpe de sus inmensas nalgas y todo lo que arrastraban consigo en el enlosado suelo, y allí se quedó, con el culo al aire, unos interminables segundos, en los que pensó en la poca educación y las malas entrañas que tenía alguna gente, que en lugar de ayudarle a levantarse se reían de ella.
 Dibujo: Francisco Atanasio Hernández

Fuentes

Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Teresa Casta Amedias (sátira).
-Francisco Atanasio Hernández. Teresa Casta Amedias y otras minucias (conjunto de 11 relatos cortos)

Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.

Dibujos
-Francisco Atanasio Hernández.

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