lunes, 14 de noviembre de 2016

ANÉCDOTAS Y CUENTOS DE RELIGIOSOS

Algunas anécdotas con San Roque de Protagonista.
            A lo largo de los años, a los alumbreños se nos han hecho muchos chistes, no como a los de Lepe, pero seguramente no nos hicieron más porque no hubo más inventiva, y también se nos han contado sucesos que están en el lindero de la fantasía, quizás porque nuestros antepasados fueron un poco brutos, y se ganaron la reputación correspondiente, pero si es verdad, como si no, así lo tenemos que admitir, porque, ni ellos fueron perfectos, ni sus descendientes tampoco, y además, creo que un poco de humor es muy saludable.
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández 
            La devoción, la fidelidad al patrón, San Roque, que por un lado era el principal motivo de las fiestas, también a veces, era la causa de diversas disputas de naturaleza variada entre los vecinos de uno y otro lado de la rambla, y por otro, siempre ha sido el más noble pretexto para reunir a todos los vecinos del pueblo durante unos días, en torno a una causa común.

            Dicen, que un 16 de agosto, el día de San Roque, de cuyo año muy pocos alumbreños se quieren acordar, y algunos de los que lo hacen, dicen que todo es pura invención de la mente calenturienta de algún chistoso muy mal intencionado, estaba prevista la procesión anual de San Roque por las calles del pueblo a las 8 de la tarde, pero al bajar las escalinatas de acceso a la iglesia, uno de los hombres que portaban el trono resbaló, con tan mala fortuna que el larguero de este lado vino a dar en el suelo y se partió, y menos mal que al santo no le pasó nada..., pero no se podía realizar la procesión hasta que no se reparara, y la imagen de la Virgen tuvo que esperar en el interior de la iglesia mientras tanto. Enseguida se pusieron a trabajar en ello algunos vecinos, y en muy poco tiempo, consiguieron acondicionar el larguero del trono de San Roque, y en ese preciso momento se escuchó la gruesa voz de uno de los encargados de los actos festivos que era de profesión arriero.
- ¡Sacar a la Virgen que San Roque ya está empalmao!
- ¡Vamos con ella zagales! – dijo alguien desde dentro.
            Y sin más palabras ni contratiempos, la procesión reanudó su habitual itinerario bordeando la rambla hasta que llegó a la altura del puente, en cuyo lugar se desviaba para la calle del Puente todos los años. Pero éste, los vecinos del Zaraiche estaban decididos a que su Santo Patrón cruzara el puente y se le procesionara por el barrio. Así que, los del Zaraiche, se pusieron delante del trono, y comenzaron a forcejear para que la procesión se desviara a su barrio, y los que lo transportaban lo hacían en sentido contrario, porque no estaban dispuestos a permitir que los del otro lado del puente, obtuvieran las mismas santas bendiciones que ellos.
- Este año pasa por el Zaraiche.
- De eso ni hablar.
- ¡Que sí!
- ¡Que no!
- ¡Cataplum!
 El trono de San Roque se escapó de las manos de unos y de otros y fue a parar a la rambla.
Dicen también, que las tortas que se repartieron después nadie las pudo contar, porque todos estaban ocupados, pero al parecer fueron muchas más de las que nadie deseaba.
Foto: Francisco Atanasio Hernández
A principios de los años 60, había un monaguillo que no se conformaba con beberse algo del vino que el cura reservaba para la ceremonia eucarística, sino que llevaba a los amiguitos a la sacristía y les cobraba por pegarse un lingotazo de aquel buen vino consagrado.

El cura D. Miguel Hernández Urriza, ofició en Alumbres entre 1958 y 1965, y vestía sotana como los clásicos, pero siempre le daban las últimas campanadas de llamada a misa, tomándose la penúltima en la barra del Bar El Patio. Parece ser que su partida del pueblo fue un tanto precipitada, porque según se comentó entonces, tenía o había tenido, un problema en la Térmica relacionado con el celibato de los religiosos.

El cura de los altavoces, D. Julián Vicente García.
De 1989 a 1993, le tocó el turno a este cura, que no se conformaba con que lo escucharan los feligreses que acudían a misa, y puso altavoces en el exterior de la iglesia, para que nadie del pueblo se quedara sin escuchar sus sermones, y desde el poder que le daban los hábitos religiosos y la megafonía, cada domingo se dedicaba a verter aceradas críticas contra los bares, pubs y discotecas.
Fueron muchas y variadas las controversias que tuvo con vecinos y feligreses, por lo que durante su corta estancia en Alumbres, mantuvo una actitud permanente de inexplicable enfrentamiento con la población, que llegó a su máxima expresión el día de San Roque de 1993.
La Verdad 17-8-1993. Foto: Francisco Torres
Ese día, alrededor de las once de la mañana, cuando la gente joven se divertía en la plaza de la Iglesia, mientras preparaban una moraga para recuperar fuerzas, escucharon atónitos por el altavoz de la iglesia, cómo el cura decía que “las fiestas de San Roque, más que un acto religioso, eran un acto criminal, protagonizado por borrachos y drogadictos”, y así lo publicó la prensa al día siguiente.
A partir de aquí, se desencadenó la protesta y el abucheo popular a la salida de la iglesia de la que salió escoltado por la policía para refugiarse en lugar desconocido, y aquella misma tarde, la procesión de San Roque la dirigió el cura de Portman.
La Opinión 19-8-1993. Foto: Juan junior 
La Opinión 18-8-1993. Foto: Juan junior 
                El presidente de la A.VV de Alumbres Patricio Mercader Franco dijo a la prensa que las declaraciones del párroco escuchadas por la mayor parte del pueblo gracias a los altavoces instalados en la plaza de la Iglesia era una provocación a los jóvenes del pueblo, y añadió “Estamos viviendo unos momentos de mucho nerviosismo y si viene al pueblo no sé lo que va a pasar.”

Luego se supo que el uno de septiembre era trasladado a una parroquia de Cehegín.
Éste cura, sin duda, será difícil de olvidar, porque es un ejemplo de cura poco recomendable, pues se creyó dueño y señor no sólo de las almas de sus parroquianos, sino también de sus cuerpos, y sus mentes, por lo que no se puede añadir gran cosa, además de que, posiblemente el hombre se cayó de un cuadro del Greco, o de algún otro de siglos antes del Concilio de Trento y vino a caer en Alumbres ¡A alguien le tenía que tocar la china oye!
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Las dos narraciones siguientes proceden del libro de Anselmo J. Sánchez Ferra “El Cuento folclórico en Cartagena” -Revista Murciana de Antropología, a quien le agradezco que me haya permitido utilizarlos.
Los relatos los he transcrito con el lenguaje que se utiliza en el libro.

719. EL CURA ENSEÑA LATÍN (Alumbres / Perín -págs. 722, 723 y 724)

Pos esto era un padre que tenía un sagal de siete o ocho años y no le podía sacar punta, ¿sabes?, y por la tarde tenía que meterlo en algún sitio porque el padre s’iba a trabajar. Y entonces habla con el cura del pueblo, dise:
-Mire usté, Don José -se llamaba el cura Don José-, a ver si se trae usté a mi sagal, por las tardes lo tiene aquí y al mismo tiempo pos lo enseña algo a hablar o a escribir, a lo que sea, algo, que esté entretenío la criatura.
-Pos tráemelo, yo lo enseñaré. Por lo menos a ver si habla, aunque sea en latín.
Entonses el padre lo lleva al crío una tarde y se pone con el cura allí y el cura lo coge al sagal y dise:
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
-Venga, vente p’acá, pa la sacristía.
Lo mete p’allá, dise:
-¿Tú sabes como me llamo yo?
-Don José.
-No, yo no soy Don José, ni soy cura ni soy padre -dise-. A mí me tienes que
llamar Santus Deu.
-¿Santus Deu?
-Sí, sí. Cada vez que me nombres, Santus Deu.
-Pos bueno, pos Santus Deu.
Y entonses se pone así en la silla, se pone a subirse los calsetines p’arriba, dise:
-¿Sabes cómo son estos?
-Calsetines.
-No, eso no son calsetines, eso son churumbirlos.
-Ah, churumbirlos.
-Sí, churumbirlos.
-¿Y estos?
-Sapatos.
-No, estos no son sapatos ni alpargates. Son talabarates.
Y entonses pos el sagal dise:
-Talabarates, churumbirlos
-Pues sí -dise-. ¿Tú ves ese que hay debajo la silla? ¿Que’s?
-Eso es un gato.
-No, eso es pescalarratis.
-Bueno, pescalarratis.
Entonses el cura se sale p’afuera y se pone a ensender las velas y dise:
-¿Sabes cómo es esto?
-Eso, pos una luz.
-No, esto es fuego, y no se llama fuego, se llama alegría.
-Ah, alegría.
-Sí.
Luego se va pa la pila bendita y se pone el cura, se persigna, dise:
-¿Sabes cómo se llama esto?
-Eso es agua.
-No, eso se llama abundansia.
-Ah, abundansia.
-Sí. ¿Y esto, donde estamos nosotros?
-Pos la iglesia.
-No, esto no es la iglesia. Esto se llama chiribindansia.
Y a to esto que entra una mujer por la puerta, una mujer bien hecha, y dise el cura, dise:
-¿Ves aquello que viene por allí?
-Sí, una mujer.
-No, esa es la Prójimanostra.
Entonses coge el cura, se mete pa dentro, pa la sacristía, y le dise al sagal:
-Oye, mira, estate aquí -dise- y si viene alguien preguntando por mí que vuelva dentro de media hora, porque yo ahora estoy ocupao con esta Prójimanostra que’s mi sobrina.
Total, se mete allí y el sagal se queda por ahí dando vueltas por la iglesia, por los bancos y to eso, y coge pa entretenerse al gato que’staba ahí, empieza a acarisiarlo.
Piensa lo que piensa, coge un papel, le hase un laso, se lo pone en el rabo, coge una vela y le pega fuego al papel. El gato que ve aquello empieza a pegar saltos por to aquello, se pegan fuego las cortinas, los visillos y to eso y el sagal, apurao, va a la puerta de la sacristía y empiesa:
-¡Levántate, Santus Deus, delante de San Sebastian! ¡Déjate a la Projimanostra y ponte los churumbirlos con los talabarates y verás a pescalarratis con alegría en la cola! ¡Si no acudes con abundansia se te quemará la chiribindansia!

754. MONJITAS Y SOLDADOS (Alumbres/Perín- pág. 748)
Había un convento junto a un cuartel de soldaos y los soldaos, cuando salían de paseo, pues si le daban ganas d’orinar y orinaban allí, junto a la paré del convento, y las monjitas pos les veían. Entonses se da cuenta la superiora de que las monjitas pues miraban cuando orinaban los soldados, y va al cuartel y pide hablar con el jefe del destacamento, con el capitán, dise:
-Mire usté, pasa que sus muchachos, cuando salen de paseo pos les dan ganas de haser pipí y lo hasen allí, en las paredes del convento, y las monjitas, claro, están allí y sin darse cuenta pos los ven.
Dise el capitán:
-¡Bueno hermana, vamos hombre, si eso son pequeñeses!
Dise la madre:
Pequeñeses no, porque algunas son como sobrasadas!
Sobrasadas
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Fuentes consultadas y/o utilizadas

Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo XX.
-Anselmo J. Sánchez Ferra “El Cuento folclórico en Cartagena” -Revista Murciana de Antropología.

Testimonios
-Domingo Conesa y Pepita Barcelona.
-Mis recuerdos.

Prensa
-La Verdad.
-La Opinión.

Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
-La Verdad
-La Opinión


Dibujos
-Francisco Atanasio Hernández.

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