Hace tiempo, hasta aquél apartado lugar cuyo recuerdo aún me
produce una profunda inquietud, iba a realizar su honesto trabajo diario, de
asear los vestuarios y otros locales de la fábrica, una hacendosa y pulcra
mujer, que dejaba tras su paso y el de
sus herramientas de trabajo la huella inconfundible de la limpieza y el olor
saludable de la higienización. Pero el tiempo pasó y el de la señora Carmen
también, y entonces cambiaron las cosas y como si vinieran conducidas por la
mano de la Bruja Coruja, en su lugar se designaron a dos chicas mucho más
jóvenes y vistosas, aunque a decir verdad, con muy poca vocación al oficio,
pero muy obedientes y disciplinadas. Encargadas de cumplir la importantísima
misión de modificar los hábitos empezaron su original labor cambiando el
calendario de limpiezas, por lo que en lugar de ir todos los días de lunes a
viernes, pensaron que era mejor ir un solo día a la semana que no fuese ni
lunes ni viernes, y por supuesto, ni sábados, ni domingos, ni fiestas de
guardar, a llevarse las bolsas de basura generada y a dedicarle un máximo de
cinco minutos, a lo que ingeniosamente denominaron los que mandan, aseo y
limpieza ecológica de los dos cuartos que usan los currantes, que no pueden
tener el mismo tratamiento que los pulcros y fragantes despachos que utilizan
los jefes de la factoría.
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
El caso es que estaba yo un día pensando en las musarañas, que no es lo
mismo que hacerlo en las arañas del retrete, porque de la inmensa fauna que
puebla el reducido espacio interior de aquellos cuartos no toca hablar ahora,
sino en su momento, cuando al mirar por la ventana vi acercarse una fuerte
tormenta que amenazaba descargar por aquí todo lo que llevaba dentro de mala
leche y mucho más.
Como era la hora de la digestión, la verdad, no estoy muy seguro de
que la primera impresión que captaron mis sentidos no fuera producto de un
espejismo circunstancial, pero lo cierto es que al volver a mirar las vi subir
por las escaleras del cuarto de aseo, luciendo sus monísimos uniformes color
rosa con grandes vetas verde manzana, que decoraba sutilmente un lacito en el
pecho con los colores de la enseña nacional, de distinguida y patriótica
empresa de servicios pulcra y formal, y provistas del delicado instrumental técnico
necesario para poner en práctica el fabuloso invento tanto tiempo ensayado en
este mismo sitio.
Por supuesto, las dos hermosas muchachas estaban decididas a dejar
claro para qué estaban allí con su palmito, e inmediatamente comenzaron su
labor, supuestamente aséptica, por los lugares menos agradables precisamente,
el retrete, la ducha, los lavabos, y los vestuarios, y en no más de cinco
minutos el trabajo estaba realizado en su totalidad, y se podía entrar allí a
respirar el agradable aroma del ambientador que utilizan después de cada
operación higiénica, que es mucho más fino, delicado y respetuoso con la
profesión y las señoras técnicas en el oficio, que decir “Después de fregar los
suelos”, cuya sola mención me consta que les produce náuseas incontenibles.
Subieron entonces al cuarto de arriba a continuar con su fatigosa
actividad científica en este otro lugar de trabajo, cargadas nuevamente con las
delicadas herramientas del oficio, además de la fregona y el cubo con el agua
achocolatada que había quedado de la higienización del cuarto de aseo, y con
este agua, sin lejía, sin amoniaco, ni otra sustancia cualquiera susceptible de
degradar los suelos más de lo que ya estaban erosionados, por el efecto de la
actividad intensiva a que se les había estado sometiendo cada ocho o diez días
en los últimos tiempos, siempre dependiendo, claro está, de la disponibilidad
de las señoras técnicas en el oficio. No obstante, alguna que otra vez llegaron
a utilizar una pizquita de lejía o amoniaco, pero eso sí, sólo con la sana
intención de estudiar las posibles diferencias que pudieran observarse del
estudio comparativo entre el tratamiento tradicional y el ecológico, de ninguna
manera había intención de volver a utilizar los métodos anteriores.
Foto: Francisco Atanasio
Hernández
Con el nuevo método, los suelos se friegan con agua clara, eso sí,
hasta que deja de estarlo y se convierte en un oscuro líquido pastoso de
indefinida calificación séptica que mueve las impurezas de un sitio a otro con
el fin de que no se encariñen con el lugar y echen raíces, y después entra en
juego el ambientador, dando un toque de elegancia y distinción al invento
ecológico más notable de la era moderna.
Según algunos entendidos, si
se analizara minuciosamente el revolucionario descubrimiento se observaría que
alberga innumerables ventajas. Por un lado, al utilizar el mismo agua para
fregar los dos cuartos, hay un notable ahorro de agua corriente, que en una
tierra sedienta como la nuestra, siempre tiene que ser motivo de agradecimiento
a los promotores. Por otro, al utilizar el agua y solamente el agua, para
fregar, sin agentes que agredan los suelos y los degraden, éstos se conservan
mucho más tiempo y mejor, pero sobre todo, se consigue el objetivo más
importante, el más altruista, que es el de respetar el ecosistema, conservando
vivos todos los insectos y virus del lugar, moscas, mosquitos, arañas,
hormigas, cucarachas, cochinillas, avispas, etc.
Hay un par de moscas y un mosquito en particular que me gustaría
cogerlos por mi cuenta, pero no puedo hacerlo, porque me expongo a que se
engendre sobre mí una poderosa tormenta con rayos y truenos incluidos de
impredecibles consecuencias para mi integridad física. Se diría que las dos
moscas y el mosquito actúan coordinada y deliberadamente, pues mientras que
cada una de las moscas me incordia por la cabeza, la cara, los brazos, y
cualquier otra parte de mi cuerpo que se encuentre descubierta, el mosquito
busca un hueco por donde introducir su fino aguijón y me chupa la sangre hasta
que se harta y tiene que irse a un lugar tranquilo a reposar el banquete que
cada día se da a mi costa. Pero siguiendo con las moscas, cuando de verdad se
ponen irresistibles es el momento en que empiezo a desliar el bocadillo para
almorzar, porque entonces una de ellas, me molesta con muy mala leche,
propinándome picotazos en todo el cuerpo a una velocidad de vértigo, y mientras
intento deshacerme de esa, la otra invade la zona de la merienda que está
reservada para el ejercicio de mis mandíbulas, y a veces me resulta bastante
difícil hincarle el diente sin correr el riesgo de llevarme también para dentro
a la mosca en cuestión, que por otra parte, confieso que en ocasiones no me
importaría en absoluto si eso solucionara el problema, total, ojos que no
ven...
Foto: Francisco Atanasio
Hernández
Las cochinillas y las cucarachas, son esos domésticos animalitos que
tan mala reputación tienen entre las hacendosas amas de casa de ambos sexos,
especialmente para quienes desarrollan su actividad laboral cotidiana en el
dulce y cálido hogar familiar. En los hogares cuando aparece una cucaracha, o
una cochinilla, paseando tranquilamente por la cocina, la galería, o por cualquier otro lugar de la casa,
enseguida se activa la alarma y se buscan todo tipo de insecticidas posibles
con los que se las pueda eliminar a todas, incluso los huevos, porque su
capacidad de reproducción es impresionante.
En cambio en el lugar de trabajo del que hablo, tanto el cuarto de
control, como el aseo-vestuario, es transitado por unos y otros animalitos de
los mencionados sin ningún tipo de trabas, y hacen sus posturas en los rincones
que mejor les parece, porque a esos escondidos lugares nunca llegan las escobas
ni las fregonas.
Justo en la misma puerta del cuarto de control hay varios hormigueros,
de los que habitualmente y con toda normalidad salen los animalitos y cruzan el
umbral de la puerta en ordenadas y finas hileras en busca de algo comestible
que puedan transportar hasta sus domicilios subterráneos. La papelera, es
también un lugar ideal donde las hormiguitas realizan permanentes incursiones a
por las suculentas provisiones que suele contener, ya que algunos de los
compañeros, sin duda influidos por el sano ambiente ecologista que se respira
por allí, echan en ella todo tipo de restos, papeles, botellas, latas, pan,
peladuras de frutas, etc., con el delicado propósito de que nuestras amiguitas
lo utilicen de comedero, porque por estos lugares las papeleras sólo se vacían
una o dos veces a la semana, ya que como se sabe las bolsas de plástico es
material no biodegradable, y cuantas menos bolsas se retiren menos se
contamina.
Todo ello a pesar de que a veces, las pobrecitas te molestan un poco,
sobre todo cuando las notas subir por las piernas para arriba y alguna de
ellas, más borde de lo normal, tiene la ocurrencia de probar la eficacia de sus
poderosas mandíbulas justo cuando se encuentra en el testículo derecho, o
cuando estás leyendo a Félix Rodríguez de la Fuente, o a Jacques Cousteau, y
aparece una columna de obreras caminando tranquilamente por en medio de las
líneas de lectura. En esas ocasiones en que te encuentras inmerso en la
naturaleza es cuando de verdad recuerdas lo hermoso y saludable que es vivir al
natural... estando cada cosa en su sitio.
Las arañas tejen sus telas por las partes altas de los cuartos, aunque
donde más les gusta montarlas es en las esquinas, quizás porque es donde más
fácil encuentran los puntos de apoyo necesarios para engancharlas. Sin embargo,
no se ciñen única y exclusivamente a los lugares de arriba, porque como hay tantas, muchas de
ellas eligen las partes bajas de las taquillas, mesas, sillas, y en los
rincones inferiores donde saben que están bien seguras.
Pero la insolencia de algunas de las arañas que habitan el lugar, es
tal que se permiten el lujo de realizar espectaculares acrobacias, propias de
consumados trapecistas, echando un fino hilo de seda desde la rejilla de la
pantalla de alumbrado fluorescente que hay en el techo, justo encima de mi
cabeza, y se divierten utilizando mi pelo como si fuese un colchón de goma
espuma hasta que me mosqueo, y me voy de allí a dar un paseo por la calle para
evitar la tentación de deshacerme de ellas definitivamente y jugarme con ello
un consejo de guerra sumarísimo, porque aquí, quizás otra cosa no, pero a los
insectos y otros animalitos indefensos no hay quién los toque sin jugarse el
propio pellejo.
Cosa parecida que forma parte del zoológico local, son las avispas de
los alrededores, que no se cortan un pelo en fabricar sus avisperos en
cualquier lugar, por insospechado que parezca, de la inmensa jungla vegetal que
sobresale de entre las tuberías y rodea los edificios amenazando con
asfixiarlos. No es posible dar un paso sin tener que verse obligado a esquivar
a los innumerables insectos que vuelan de un lado para otro por allí cerca, en
busca del sabroso polen de las inmensas chumberas, gandules, palmitos,
higueras, y un sin número de plantas silvestres en flor que crecen a sus
anchas.
Las avispas van de flor en flor, pero si alguien tiene la mala suerte
de tropezarse con un enjambre de esos enfadados insectos que, aunque sea
equivocadamente, hayan considerado que son agredidas, o simplemente que un
intruso desconocido pretende birlarles su exquisito botín, entonces la víctima
es aguijoneada sin contemplaciones desde la punta de la nariz hasta los dedos
de las manos, y no llegan a los dedos de los pies porque estos están protegidos
por las botas de seguridad, y en esos dolorosos momentos te acuerdas de todos
los conservacionistas uno a uno, y de todas y cada una de las hermosas razones
que te dan para que las pobrecitas avispas sean respetadas y sigan revoloteando
a tu alrededor con plena y absoluta libertad, mientras tú te quejas amargamente
y sin consuelo viendo cómo se te inflaman las zonas de tu cuerpo atacadas por
los indefensos animalitos.
Y además del absoluto respeto a los seres vivos que
nos rodean, se tiene en cuenta también que los restos de la labor, el agua sucia
resultante que después se tira a cualquier sitio, no contamine el medio
ambiente y sirva de abono natural, es decir, se trata en definitiva de un
revolucionario descubrimiento integral, después de muchos meses de arduo
estudio científico sobre el terreno como es natural, al que sería preferible
que en adelante denomináramos limpieza ecológica -para distinguirlo de otras
marranadas que no tienen nada que ver con la ciencia- el cual tiene su más
cercano precedente en una tal Tía Maísa, legendaria mujer que según se dice,
cuando barría, que por cierto no lo hacía muy a menudo, lo metía todo bajo la
alfombra que cubría todo el piso de su vivienda, mientras cantaba aquello de
“la, la, ra, larita, barro mi casita...”. De esta buena señora, sin duda alguna
el principal modelo de pulcritud universal, la historia nos ha trasmitido el
testimonio de su memoria investigadora en este campo de la ciencia, de manera
que viene a confirmar que fue ella quien empleó, antes que nadie, técnicas
ecológicas para la industria de la limpieza, hasta el punto de que ni siquiera
utilizaba agua para fregar, puesto que nunca fregaba los suelos, solamente los
barría, y según ella misma decía “Bastante bien arreglados están”. Tampoco
quitaba el polvo de los escasos muebles que tenía, porque así se ahorraba
volver a barrer, además de que los muebles conservaban su brillo natural
indefinidamente, aunque para verlo, es natural que primero hubiera que
quitarles la espesa capa de polvo que los cubría.
En
su época, los métodos higiénicos de la Tía Maísa fueron sin duda todo un
acontecimiento sin precedentes para sus contemporáneos, que supieron reconocer
su importancia y los tuvieron en cuenta para la posteridad como se puede haber
observado tras este relato, y tiene muy buenos discípulos y entusiásticos
seguidores en estos tiempos modernos, especialmente en las industrias que se
dedican a la higiene de lugares donde se mueven, asean, o desarrollan su labor
diaria por cuenta ajena algunos colectivos humanos, que muchas veces se
consuelan con que la suerte les sea propicia y no les abandone también
dejándolos además en la calle, todo ello gracias a una denominada pomposamente
“Ley de Prevención de Riesgos de no sé qué” o algo parecido y que no sirve nada
más que para justificar kilos y kilos de recursos públicos, y muchas toneladas
de miserias humanas que se guarecen bajo otra ley no escrita “Ley de Protección
de Especies Carroñeras”, en la que hacen su agosto muchos personajillos sin
escrúpulos, alcahuetillos y sindicalistos, carcas progresistas y politicastros corrompidos,
junto a honorabilísimos ciudadanos que guardan los suculentos beneficios de tan
bendita actividad en blindados bancos suizos como siempre.
Dibujo:
Francisco Atanasio Hernández
Fuentes
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. La tía Maísa y sus sabias enseñanzas (relato corto).
-Francisco Atanasio Hernández. Teresa Casta Amedias y otras minucias (Conjunto de 11 relatos cortos).
-Francisco Atanasio Hernández. Lo que me quedó de Alumbres en el siglo XX.
Dibujos
-Francisco Atanasio Hernández.
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
Ruego disculpas a todos los lectores que pusieron un comentario en mi blg, pero quiero aclarar que no he sido yo el responsable de su eliminación, sino de la API de Gogle + que ha dejado de estar disponible y que no me ha dado opción de mantenerlos o recuperarlos. Gracias por vuestra comprensión.
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